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sábado, 29 de marzo de 2014

De sin papeles a futbolista profesional


Historias del Deporte Andaluz.... Stephen Sunday Obaya (Sunny)
De sin papeles a futbolista profesional
Dolores Díaz Moreno | Time Out Magazine - 4 de noviembre de 2013

Que Almería es un mosaico de culturas, razas y etnias es algo que no sorprende a nadie. Pese a la mala fama que injustamente se le ha otorgado a esta provincia por sucesos aislados que nada o poco tienen que ver con el racismo, también hay historias solidarias, de ayuda y coraje, de compromiso y entrega, de verdadera humanidad. Si esta tierra tiene tantísima emigración es porque genera y da trabajo gracias a uno de los pocos motores sanos que le quedan a la economía española: la agricultura. Miles de ciudadanos, principalmente de África, llegan atraídos por el efecto llamada. Son mano de obra barata, pero legal. Sin embargo, no todos acaban en ese enorme mar de plástico que es el poniente almeriense, un medio de vida de lo más honrado, pero también sacrificado. Hay muchos emigrantes cuyas cualidades le permiten probar en otros sectores y, como es el caso de Sunny, triunfar en la vida.

No llegó en patera, pero un agente belga le citó en París con una falsa oferta de un equipo francés; Sunny llamó desde la estación: un tono, dos, tres… Nadie cogió el teléfono.

Stephen Sunday Obaya (Lagos, Nigeria, septiembre de 1988) no cumple el prototipo de emigrante que a uno se le viene a la cabeza. No llegó en patera ni ha recogido hortalizas como sustento vital. Su historia está basada en sueños rotos, en engaños que deberían estar tipificados en el código penal. Sunny era un joven nigeriano cuyas cualidades físicas le permitían destacar deportivamente. Su raza es fuerte por naturaleza, pero él además era capaz de manejar el balón con las piernas con la habilidad de un muchacho que tiene en mente llegar a vestir la camiseta de las Águilas Verdes, la selección de Nigeria. Una vez que las calles africanas ya no eran el escenario donde tenía que demostrar sus virtudes, FC Ebedei, Jegede Babes y Taribo West Academi fueron los primeros equipos en los que Sunny demostró que el fútbol era algo más que un deporte a seguir por las antiguas televisiones que tenía su familia.

Su corpulencia, físico privilegiado y su facilidad táctica, algo impropio de los jugadores africanos, habitualmente anárquicos, le llevaron a despuntar y situarse en la punta de una flecha que debía lanzarse próximamente hacia suelo europeo. Pero faltaba un padrino, alguien que apostase por él y le buscase un equipo. Hasta que un día, después de un entrenamiento con su equipo, una llamada cambió su vida: un agente belga le citó en París con urgencia y le dijo que un conjunto francés quería hacerse con sus servicios. Prácticamente sin tiempo para despedirse de su familia, como a quien se le escapa el tren, Sunny consiguió el visado, se echó a la mochila un puñado de billetes y se marchó a Europa. En la estación, llamó al agente para que fuera a recogerlo o le dijera las órdenes que tenía que cumplir. Un tono, dos tonos, tres tonos… Una llamada, dos llamadas, tres llamadas… Nadie cogía el teléfono. A Sunny le entró el pánico. Se encontraba en una de las capitales europeas, tierra de oportunidades, pero él sólo tenía ganas de llorar. Nadie le iba a coger el móvil, ya intuía que todo era mentira.


Lejos de desmoronarse, el nigeriano intentó remontar el partido más complicado de su vida. En los momentos difíciles es cuando los buenos jugadores salen a relucir y ahí apareció el espíritu de liderazgo de un africano de sólo 16 años, que demostró tener la veteranía de quien tiene que marcar el penalti decisivo. Ese instinto de supervivencia que diferencia a quien se queda a dormir en la calle de quien prefiere luchar por su dignidad le llevó a llamar a unos compatriotas que sabía que estaban en Europa. ¿Dónde? ¿Madrid? ¿Eso es España? ¿Está cerca de París? Ésas y muchas preguntas más rondaron por su mente hasta que se subió en el primer autocar que iba hacia la capital española y donde lo esperaban sus amigos. Tras tanto viaje y tanto desgaste psicológico, por fin pudo dormir en una cama y reflexionar sobre lo que se le venía encima.

Sin dinero para emprender un viaje de vuelta y sin papeles de residencia, Sunny era uno más de muchos. Su sueño de llegar a ser una estrella del fútbol se iba desvaneciendo por momentos, ahora sólo le quedaban las pachangas que iba a jugar a partir de esa semana con una selección de inmigrantes nigerianos por los campos de Madrid. Curiosamente, sin él saberlo, los aficionados que en cada encuentro estaban en las gradas viendo cómo muchos sin papeles mataban ese tiempo de condena en una tierra que no es la suya, no eran hinchas, sino ojeadores prestos y dispuestos a encontrar alguna perla. Rodrigo Fernández le echó el ojo a un joven centrocampista negro que no golpeaba el balón, sino que lo acariciaba; que rehuía el patadón y buscaba siempre el pase; que estaba colocado en cada momento en el lugar donde caían todos los rechaces. Un día, al terminar un partido, este agente de jugadores se acercó a Sunny y le iba a ofrecer la oportunidad de su vida: ser su representante y buscarle un equipo profesional en el que demostrar su valía. El joven centrocampista, confundido por la ilusión y por la traumática experiencia pasada, y prácticamente sin saber hablar español, dijo que sí. ¿Qué más podía perder? Era el momento de jugársela todo a una carta y que saliera bien.

Un representante le echa el ojo en Madrid y le lleva a El Ejido, donde Melero se convierte en su segundo padre: le ofrece acogida como padre adoptivo, así consigue Sunny los papeles y la doble nacionalidad.

El Poli Ejido, un apoderado conjunto de Segunda División, lo quiso para su filial. Pero había un nuevo e inesperado problema: Sunny estaban indocumentado y, por tanto, no podía tener ficha de futbolista. Juan José Melero, gerente ejidense, y prácticamente segundo padre del nigeriano, lo acogió como hijo adoptivo y eso le posibilitó tener los ansiados papeles primero, y después la doble nacionalidad. Su familia, que a duras penas conseguía situar El Ejido en un mapa, por fin respiró tranquila al conocer que Sunny estaba en buenas manos. Ahora tocaba dar el paso más difícil: demostrar que no era un atleta más, sino que por sus venas corría ADN futbolístico. Durante los tres primeros meses en tierras almerienses, en los que poco a poco va chapurreando el español, juega con el Poli B en Tercera, hasta que un buen día de 2004, en un partidillo entre el primer y el segundo equipo, Pepe Mel se queda prendado por la potencia y la seguridad del africano y decide darle la oportunidad en Segunda División.


Visto y no visto, Sunny había pasado de arrastrarse en la dura tierra de los terrenos de juego madrileños a ser una estrella emergente en la categoría de plata del fútbol español. 28 partidos en su primera temporada como profesional, llevan a interesarse por él a los grandes de la Liga y, cuando consigue la doble nacionalidad, a formar parte de la Selección Española sub’19. Eso sí, el nigeriano recuerda lo fría que era la calle y no dejaba que la fama, efímera como pocas cosas, se le subiera a la cabeza. Con los pies en el suelo seguirían llegando éxitos.

Tras tres temporadas en el Poli Ejido y 65 partidos a sus espaldas, nada menos que el Valencia paga su cláusula de rescisión y la Primera se convierte en un sueño hecho realidad en 2007. Pero una desafortunada y grave lesión en la rodilla corta esa ascensión como la espuma que Sunny estaba viviendo. El nigeriano se dio cuenta de que había hecho bien no dejándose llevar por la euforia y vive momentos complicados al estar casi cuatro campañas en el ostracismo en Valencia, y en sus cesiones a Osasuna y Betis.


La Primera División tenía que esperar, el nigeriano necesitaba minutos y los ha encontrado en Soria, en el centro del campo de un Numancia que él comanda en Segunda División. Si Sunny no desesperó cuando se vio perdido, sin papeles y sin conocer el idioma de un país extranjero, tampoco lo va a hacer ahora que está en su mano regresar a la máxima categoría del fútbol español.
De sin papeles a futbolista profesional | Time Out Magazine - Historias del Deporte

1 comentario:

  1. la historia de STEPHEN SUNDAY OBAYA (SUNNY). de jugar en la calle a futbolista profesional.

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