Paulino Granero :: Un pionero más allá del ‘Telón de Acero’
Tomás Zambrano | Time Out Magazine
Cuando se nombra CSKA es inevitable traer a la memoria a la Unión Soviética. Al menos para los que ya peinamos alguna cana. Y la URSS nos traslada a un mundo lejano, insondable, frío y hermético. La Rusia actual se aleja sigilosamente de aquella imagen. En algunos aspectos de su sociedad avanza como un barco a vela, en función de por dónde sople el viento. En otros se monta en un cohete, quizás un Sputnik, y hasta se pasa de la raya de la modernidad y de la asunción de costumbres occidentales. En ese mundo de contrastes encontramos a nuestro protagonista. Un hombre de EL Ejido (Almería), que jamás tuvo miedo a hacer una maleta y que tiene el deporte como pasión y profesión. Paulino Granero es el preparador físico del que fuera el equipo del Ejército Rojo (CSKA: Tsentralniy sportivniy club armii). Ya lleva tres primaveras a orillas del Moscova, ha disfrutado de la Liga de Campeones yestá a punto de alzar la Liga Premier.
Pero el camino de Granero no ha sido fácil. Ni corto. Después de licenciarse en la Universidad Politécnica de Madrid preparó a la selección femenina de hockey hierba después de su éxito en Barcelona 92. Su entrada en el fútbol a nivel profesional fue en el Málaga B, donde le dio la mano a Antonio Tapia, con quien conformó un grupo de trabajo exitoso que pasó al Polideportivo Ejido y que posteriormente regresó a Martiricos, pero a la primera plantilla.
Después dejó Andalucía para embarcarse en su primera aventura. No se lo pensó dos veces y en plena pretemporada blanquiazul buscó fortuna lejos. Le esperaba el Al-Ittihad de Arabia Saudí, que entrenaban Gabriel Humberto Calderón y Mario Husillos. Una vez aprendida la lección de cómo se trabajaba fuera y, adquirida una experiencia impagable, le esperaba el Betis, de nuevo con Antonio Tapia. El reto era ascender a Primera, pero Granero duró media temporada.
Un pionero más allá del Telón de Acero
Con el equipo a la deriva y el club sumido en un mar de problemas le llegó la oportuna (y millonaria) oferta del CSKA de Moscú, que en pocas semanas tenía que jugar en la Liga de Campeones contra… el Sevilla. Así empezó el almeriense su etapa en el equipo moscovita. Conocía lo básico del ruso y se manejaba estupendamente en inglés con jugadores del nivel de Krasic (que luego fichó por la Juventus y hoy juega en el Fenerbahçe), pero le ayudaron mucho el exoviedista Viktor Onopko, que integra el cuerpo técnico, y el exbético Mark González, con quien apenas estuvo unos días en Sevilla.
“Era un tren que no podía perder”, señalaba el preparador físico. Su trabajo constante y el estudio permanente de las mejoras en el rendimiento le han hecho ganarse el respeto de su cuerpo técnico, amplio y variado que gira en torno del entrenador, Leonid Slutsky, que sustituyó a Juande Ramos en el CSKA un par de meses antes de que llegara Granero.
La adaptación a Moscú no fue fácil para el almeriense. Estuvo moviéndose buscando la casa perfecta, aunque todo dependía de las fechas en las que estuviera su familia por allí. Casado y con dos niños, Granero ha querido siempre que su familia estuviera con él una parte del año, pero que no perdieran el vínculo con España. Se maneja con soltura en ruso y ya conoce la personalidad de sus gentes, algo en lo que ha tenido que trabajar bastante. “La profesionalidad del futbolista de aquí no es la misma que en España. Pero se está avanzando y eso va a favorecer al fútbol ruso, que siempre ha estado ahí. Poco a poco aprenden los métodos que traemos los de fuera, llegan jugadores extranjeros y la liga está ganando potencial”, afirma.
Se hace con la alimentación local y entiende que las comidas han de ser con más grasa. “Se toma mucho salmón, sopa con crema y los yogures y la leche tienen más grasa. Además, nosotros calentamos más y hacemos más trabajo preventivo para evitar lesiones por el frío. Es una manera algo diferente de trabajar, pero hay que adaptarse. Además, durante el invierno jugamos en césped artificial y eso se nota”, continúa. Y el tráfico. Puesto que en Moscú cuando se toma el coche hay que armarse de paciencia, mucha paciencia…
La ilusión por el Mundial de 2018 ha despertado en los rusos su deseo de progresar futbolísticamente de manera que estén realmente preparados para asaltar esa meta en casa. Las infraestructuras están creciendo y los clubes, también. Mucho dinero invertido por los magnates del petróleo, pero demasiado para fiascos o para futbolistas que no lo valen tanto y hay que convencerles para que superen los condicionantes de la vida en Rusia. “En Siberia jugamos un partido a -28 grados con ventisca. Quizás ha sido el día que más frío he pasado en mi vida”, señala.
Paulino, un pionero más allá del Telón de Acero
Granero tuvo mucho protagonismo en 2012 cuando el CSKA se midió en la Liga de Campeones con el Real Madrid. Ofreció multitud de entrevistas aprovechando que el equipo estaba haciendo la pretemporada en Orihuela. Se le tomaba como lo que es, un pionero en tierra extraña. Tras él han ido llegando otros, muchos otros, y ya no se ve raro que España exporte talento futbolístico, pero no sólo de jugadores, puesto que el preparador físico del Spartak de Moscú también es español, el cántabro Javier Noya, con quien guarda una buena amistad.
Granero aprovechó su puesto para recomendar a dos excompañeros en el Betis que le han hecho la vida más fácil en Moscú y en el CSKA, el objetivo principal. Son Juan Candau y Antonio Tapia júnior. Ambos trabajan de recuperadores y son vitales en el trabajo colectivo del equipo. Granero es un apasionado de los avances tecnológicos aplicados al fútbol y presume del sistema Wimu para la prevención de lesiones. Su presente es ruso, pero su futuro tiene claro que volverá a ser español, de Almería. Echa de menos su tierra, su Aguadulce, Roquetas y el Mediterráneo.
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